disposición celestial
el sol entró en Sagitario aspectado en trígono con su regente, Júpiter, en Cáncer;
y en trígono con Neptuno y Saturno, en Piscis.
entró, en conjunción a un Mercurio recién devuelto a Escorpio
y en oposición a un Urano recién devuelto a Tauro.
Todos en retrogradación.
Todos andando pa’trás.
O, por lo menos, eso parecía.
Taylor, una sagitariana con Júpiter canceriano, le cantó una romántica carta de despedida a Peter (sí, Pan; Pan): gran maestro de la aventura en la que nos embarca la infancia; de la audacia que despierta a través de nuestros sueños; de la firme e indestructible creencia en la magia… y, yo, no quería dejarla perdida en el olvido.
introduciendo banda sonora para el artículo,
en segunda instancia.
deléitese el oído mientras lee,
si le piace.
sensei, inúndanos
de agua; de agua; de agua
con lo añejo y vintage y retro y
que arda la nostalgia;
nuestra ¡oh! amada nostalgia
de aquello legendario que una vez fuimos
y que, ahora, parece mito.
Con el puro aire que respiramos al
saltar y correr sin más propósito que
saltar y correr,
y reírnos |solo| porque podíamos,
cuando la tierra estaba cubierta de bosques
donde vivían los espíritus de los dioses;
cuando no había consciencia
sobre nuestra creencia, porque creíamos
en todo. Sabíamos
todo:
que el amor mueve montañas y cruza
ríos y lagos y mares y océanos;
que la epicidad la construye el drama, así
que sin drama no hay trama:
ni para films ni para melodías
ni para historias reales, que no ficticias:
las verdaderas; honestas; humanas; auténticas,
son las románticas;
no apagadas ni muertas
porque la vida dejó de quemarnos
con el pum pum, pum pum…
de cada corazón, aún vivo.
Sin impacto emocional,
no hay mágica experiencia reveladora. Sabíamos
que no es lo mismo levitar que volar
y aprendimos de sus peligros;
y aunque ya adorábamos la dulce
brisa que acariciaba nuestra piel,
siempre fueron Tormenta, Trueno y Rayo
quienes despiertan vitalidad, en todo ser
humano intrépido.
Y que el secreto
menos contado dice que
Peter nunca abandonó; Nunca Jamás
siempre se quedó
escondido en lo más profundo
de nuestro mundo.
4 de diciembre de 2025 – Luna llena en Géminis
Y, ahora, nos toca a nosotros abandonar ese pesado hacer un drama del drama, en pos de volver a vivirlo por lo que es y no lo que nos contaron: y que lo que es, es el aprendizaje expresado en la más bella forma de todas y bautizada como emoción; profunda e intensa; transformadora y desveladora.
Y darle, a la mente, el espacio para respirarlo; entenderlo; compartirlo, sin imponerlo: el cuento jamás contado, con antelación.
Porque, ahora, el regente de esta razonable luna, Mercurio, abandonó la retrogradación.
el tiempo entre mis aplausos es Ma (間):
si metes acción sin parar, solo conseguirás ruido;
el espectador acabará medio dormido, incapaz de procesar nada;
pero si le das un respiro, construirás un momento que adquirirá una dimensión más amplia.
de Hayao Miyazaki, por Eleazar.
Si, por ser asiático, Miyazaki ya tiene ese concepto (間) anclado en sus raíces culturales, añádanle el factor ‘este hombre es capricorniano‘: el tiempo es valor imprescindible -en sus creaciones-. Y que también tiene eso de las leyendas epopéyicas, en todas ellas, pero nunca abandona los tempos necesarios para integrar a consciencia cada evento; palabra; sonido acontecido; y, con ello, tampoco la profundidad emocional que debe acompañarlas: así, conservar el titular de ARTE y sin caer en la banalidad del entretenimiento.
Studio Ghibli, su tablero de juegos (y, podríamos añadir, el Disney oriental), es Millennial geminiano con Mercurio canceriano.
¿Existe alguien que haya visto La Princesa Mononoke y no sea fan de los Kodama?; ¿qué pasa con eso de dibujar motitas de polvo y darles vida para convertirlas en tremendamente adorables currantes? No he visto el eje Virgo-Piscis (porque ah, sí… siguen los Nodos allí y en tensión con la Luna Llena) encarnado de forma tan extraordinariamente sencilla: los entrañables Susuwatari; hollín herrante, en japonés, y que aparecen en Mi Vecino Totoro y El Viaje de Chihiro.
Cuántas veces habré deseado desaparecer aquí y aparecerme allí: en medio de ese arropadoramente épico mundo del maestro Miyazaki; del Peter que nunca mató su Neverland, para -así- recordarnos a todos que la magia se crea; se practica, día a día; se trae desde allí hasta aquí.
La valentía es un juego de niños practicado por adultos; ese es el folklore de su mundo:
Y es que nuestro sensei nos demuestra que la infancia y la adultez; la mágica ensoñación y la realística maduración, nunca fueron incompatibles. Él siempre creó personajes que contienen ambas caras de la moneda: porque nunca jamás, nunca, nunca se trató de no madurar.
El abuelismo avanzado de Sophie (El Castillo Ambulante de Howl) no le cegó la vista ante la realidad que acarrea Calcifer, el avivado fuego que todo lo mueve; igual que con Chihiro: que, siendo la más pequeña de todos los participantes de su viaje -por edad-, ¡no hay ser más maduro que ella, en todo el film! [o, bueno, quizá… a excepción de Haku pero es que, claro, (alerta spoiler) es un río… ¡vaya usted a saber cuántos años tiene!].
Con lo que:
arigato gozaimasu, sensei;
porque -la verdad es que- yo…
…siempre anduve en busca dEl maestro;
y encontré algunos, por el camino: maestros que se hacían llamar maestros y otros que no creo, siquiera hoy en día, que sean conscientes de que lo fueron; maestros que me enseñaron a consciencia y otros que, simplemente, se extendían ante mi admirativa mirada; maestros a quienes dí las gracias y, otros, a quienes eché de mi vida -a patadas-.
Estuvo bien; aprendí. Pero es otro, el maestro del que hablo:
M A E S T R O
Tú, que estarás preparado cuando llegue tu aprendiz: te construirás en la sombra, mientras no te necesite; cultivarás tus dones, para cuando llegue el día. No antes; no después. De nada sirve correr a toda prisa para apresurar la vida: porque no es más grande el maestro que antes llega a su destino sino el que valora cada momento; cada instante; cada roca, flor, árbol, pájaro, río, viento, nube, lluvia, atardecer que acontece en su camino y extrae, de ello; de cada minúsculo detalle, su dichosa fuente de sabiduría.
Tú, que sabes lo que sabes y lo que no y que, para lograr saber lo que no sabes, sabes que necesitas saber cómo escuchar y observar; inspirar y degustar; percibir y digerir, antes de hablar. Humildad; le llaman humildad: no porque te postres a los pies de tu aprendiz sino porque eres consciente de que poder y servicio son causa y consecuencia, uno del otro, cual relación de igualdad entre opuestos. Opuestos aparentes, quizá; desvirtuándose cuanto más alejados, por la absurdez de su existencia.
Como el agujero hecho a la medida del clavo;
como el oído y el sonido.
Tú, que eres consciente; que ves con esplendorosa claridad la interdependencia entre maestro y aprendiz: no como personas, porque sabes que la autodeterminación es valor fundamental, sino como roles; como arquetipos.
Tú, que sabes que donde hay fanatismo no hay compromiso real.
Sabes que la idolatría te convertirá en religión y a tu aprendiz en súbdito, así que el aprendiz se perderá en seguir los pasos del maestro y no los del aprendiz; se comprometerá con el maestro y no con el aprendiz y se desvirtuará, así, su propósito de vida: el de ambos.
Tú, que confías en tu aprendiz: no porque sabes que cumplirá con sus deberes impuestos sino con sus anhelos más sentidos.
Porque maestro y aprendiz son distintos.
Siempre lo fueron;
siempre lo serán.
Y que, por ello, sabes que tus herramientas son útiles para ti y que, al entregárselas al aprendiz, cambiarán de forma si es que decide recogerlas, a voluntad; porque, pese a ser un igual, no puede un ser distinto actuar como un clon:
porque igualdad y clonaje nunca significaron lo mismo;
nunca lo significarán.
Y largo tiempo hemos andado, enfadados con nuestro primer maestro, ¿verdad? Peter, Peter, Peter…
por abandonarnos,
pero la verdad es que fue el adulto que floreció, en nosotros, quién le echó a patadas de su hogar; quien abortó misión, junto con su intrepidez,
y Peter quien sigue esperando, con luz encendida, a que se atreva a aterrizarle con la audacia que le enseñó, para convertir Nunca Jamás en un Para Siempre.
Quien debió cumplir su promesa siempre fuimos nosotros, y gracias a la madurez que nos regala la adultez, así que: dime, Wendy, ¿cómo vas a encontrar tu forma de cumplir tus más intrépidos anhelos?
Don’t you dare turn your back on your magic believe system;
I believe in fairies, too

mon amour


Deja un comentario