Scorpio Season 2025: Metamorfosis.web

Con mis respetos, voy a salir.


Rota, la crisálida, ya no sirve para nada.

Vete y

florece, florece, florece

como una rosa,

en el álveo del río.


5 de noviembre de 2025 – Luna llena en Tauro

Si hay imagen clara; nítida que me aparece en mente, al conectar el eje Tauro – Escorpio, son esas grietas, entre acera y carretera, por las que logra colarse la madre naturaleza con fuerza y cuatro tallos herbáceos que decoran el gris con verde

esperanza.


disposición celestial

esta luna llena es algo así como la interfaz entre la salida de Marte del signo escorpiano

y la entrada de Venus, como relevo.

72h después, Urano volverá a tierra regentada por la Diosa; la taurina.

y nuestro ya amado Plutón, el regente de Escorpio, sigue en Acuario; por supuesto.

Hace unos días recibí una newsletter a la que no me había suscrito (cosas del siglo XXI que pasan con normalidad y recurrencia). Decidí dedicarle mi atención por pura curiosidad y, la verdad, el texto no era pa’ tirar cohetes pero encontré un recordatorio interesante: la gran mayoría dice sentirse agotada aun y dormir las horas recomendadas.

¿A alguien más le extraña la extrañeza con la que la mayoría plantea ese dato de información, aún y hoy en día? Se dice como si se tratara de algo que no debería darse: qué raro… estoy más cansado de lo normal… ¿por qué será? Todo un misterio, vamos.

La metamorfosis nunca fue proceso ligero; liviano; sencillo; indoloro. Póngase en los zapatos de un hombre-lobo. Póngase, en los de una oruga.

Durante dos semanas, la larva come, come y come hasta alcanzar un tamaño 2000 veces superior -dicen, los de NG; y eso mismo me recuerda a nosotros: así, sin parar, tragamos hasta reventar de información. Internet, internet, internet… (¡y siesta española!) Me pregunto qué estará pasando, con nuestro cerebro; qué, con nuestro cuerpo, teniendo en cuenta que nunca habíamos engullido como semejantes cabron*s, antes. Ni a tanta velocidad. Ni con tanto abanico de opciones. Ni tantos rostros, voces, expresiones faciales y corporales, de tantas culturas distintas y con tantos puntos de vista divergentes. Y no hablo de antes, hace unos años; hablo de antes, toda la historia del pasado del ser humano.

Pero seguimos haciendo vida cotidiana, tras las pantallas; no es que hayamos sustituido una por otra o, al menos, no la mayoría; influencers a parte. Quizá sea eso, lo que genera esa sensación de rareza ante el hecho de que la gran mayoría diga sentirse agotada aun y dormir las horas recomendadas; alguna clase de disociación, pero ¿de verdad?; ¡¿de verdad les extraña?!

Un giro histórico, en la humanidad, y pretendemos seguir actuando como si nada hubiera cambiado; como si todo fuera como siempre: pastos y gallinas y bosques y ardillas y rosas en el álveo del río y punto. La raza humana entera se metió en una crisálida y no creo que sea cosa de cuatro días mariposeros, salir de ella. Estamos en plena metamorfosis global: el proceso es largo e intenso; pesado; cargante; doloroso… e implica el duelo del ayer: una enorme pérdida, para el ser.

Necesitamos descansar.

Digerir la información.

Procesar el cambio.

El cuerpo sabe perfectamente que estamos transmutando; parece que nuestra mente poco ha tomado consciencia, de ello. Claro que tampoco es que haya habido preparación colectiva -por parte de nuestros líderes-: nos quieren hacer temblar los tobillos por meteoritos que nunca caerán, pero no nos educan para transitar realidades tales como la actual transformación histórica y a nivel mundial.

Cuando la novedad acecha, la confusión viene con ella: la incertidumbre del mañana necesita reordenar a diario el ayer, en pos de saber qué seguirá siendo útil y, así, purgar -acertadamente- aquello que ya no. Deshojando margaritas andaremos hasta que no veamos con claridad, porque no todo lo que reluce es oro y saberlo diferenciar es tarea de Escorpio, pero cargar con la mochila llena mientras avanzamos es… a-go-ta-dor. ¡Oh, el por si a caso! La selección debe ser inteligente; coherente con pasado y futuro; paso a paso realizada, en el presente.

Arduo trabajo colectivo, pese a que deba ser tallado a nivel individual, ¿no cree? La sociedad entera metida dentro de un capullo en red y la gente encuentra rareza y misterio en los síntomas que se desatan de ello.

Deberíamos estar ritualizando la experiencia, porque semejante cambio merece de trato sagrado, pero aquí estamos: encima, sosteniendo absurdamente las mil batallitas de nuestros gobernantes plutócratas, mientras nos someten a varias nuevas normalidades y a la vez que reparten y viralizan tópicos del siglo XXI como que lis ridis sicilis sin tixiquis ñiñiñi (sorry es que adoro escribir en el modo niñatada quejica; traducción: las redes sociales son tóxicas ñeñeñe) y que por eso estamos todos mal de la cabeza.

¿Lo estamos?,

¿nosotros?

Yo no sé si las redes sociales son, por definición, tóxicas pero lo que sí tengo claro que lo es, es un prejuicio lanzado a la babalà (sorry, otra vez, porque es que también adoro esa expresión catalana; traducción: a lo loco) por anclar solo los resultados de a corto plazo y sin analizar con cautela cada factor que interviene en un cambio tan repentino, intenso e impactante como el que estamos viviendo.

Sea como sea, somos un montón los que nos estamos ocupando de la tragedia colectiva, a nivel individual; billones de seres sintientes y pensantes que seguimos siendo esponjas aún y con sesenta y siete años. Cincuenta. Cuarenta y uno. Setenta y dos.

Cada día de resaca.

Cada día con agujetas.

Pero está bien: el cuerpo se acabará adaptando; saldremos de ese cocoon mood y romperemos el pavimento para

florecer,

florecer,

florecer de nuevo.



Y gracias, por permitirme entrar.

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